Sola no eres nadie

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Mariano Mazzei es el protagonista de esta pequeña pero concentrada  historia de amor propio, con deseos de liberación.

Ella busca gente que se le parezca. Quiere ser una señora con todas las letras, los volados y los taquitos. El corazón de mujer le palpita en el pecho, aunque sea lisa como una tabla y el bozo le crezca cada dos por tres.

Siempre se tiene que ir, intentando horizontes nuevos, tratando de que la acepten, buscando a otra para parecerse, para afianzar su identidad.

De una chica trans habla el texto de Natalia Villamil, que además de ser dramaturga, bailarina, actriz y directora teatral, es licenciada en Psicología y trabaja atendiendo a víctimas de violencia de género.

Quizás esa experiencia de vida enriquezca esta obra, que a pesar de ser muy breve, es muy genuina y revela sentimientos transitados, auténticos.

Con precisos elementos escenográficos, Mariano Mazzei revela un gran talento.  Su tono de voz, sus gestos y sus movimientos convocan un universo entero de ternura y desamparo. Para aquellos que lo vimos brillar en "El corazón del incauto", representa una alegría saberlo parte de un nuevo espectáculo.

La dirección, sobria y eficiente, pertenece a Ana Alvarado.

En la dramaturgia se percibe una suerte de fijación con los objetos. A través del apego de la protagonista a las cosas que evoca con palabras -los aritos de perla, la mesita de planchar, el vestido rosa- la historia va avanzando, pero también se detiene en pequeñas imágenes significativas, como los detalles de una postal japonesa, para destacar hitos importantes en las transiciones emocionales de esta, que se sabe mujer.

Su camino sembrado de amarguras, sus frágiles estrategias, su convencimiento de verse por dentro con una exactitud que la ciega para verse por fuera, su pasión por conquistar su cuerpo, su propio lugar en el mundo y su coqueteo con la vida para escapar de la muerte, generan una energía muy interesante de ver en escena.

 

 

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