Liliana Vitale

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La consagrada compositora y pianista se presenta en Pista Urbana con un puñado de temas entrañables.

La primera infancia es un campo fértil. Hay un gran espacio en la cabeza y en el corazón. Es un pasaje de la vida que se hace acompañado por grandes amores: el de los padres, el de los hermanos; el de los mejores amigos, que son la prolongación de uno mismo.

Liliana Vitale conoce ese territorio, fue capaz de volver a visitarlo con su gran trabajo Uanantú: un disco  grabado junto a su hermano Lito más un hermoso libro ilustrado, con textos de su amiga Patricia Pagola, concebido cuando las dos tenían entre  12 y 14 años.

Uanantú es una palabra inventada por ellas, una especie de mantra o clave secreta para celebrar su amistad. Y las canciones del disco son una recopilación de las primeras que marcaron su vida.

Esa impronta de semilla, de ser vivo que se expande y da sombrita fresca al alma, atraviesa todo el material. Hay folklore, como en la Zamba del grillo de Yupanqui; también algo de tango y una canción de Piero. Y sorprendentes y tiernas versiones de Toma dos blues, Plegaria para un niño dormido, temas de Serrat y de Arco Iris.

Ese alhajerito de composiciones, cantadas con su estilo particular, crean un sortilegio cautivante.

Liliana se presentará durante todo el mes en Pista Urbana, refugio ideal para el encuentro. Durante agosto, se convocará a la Pachamama con Pacha Urbana, el especial festejo por la madre tierra. Habrá ofrendas, caña con ruda, un menú especial de cuchara  -que ofrece guisos calientes y buen vino-, fogón para deseos y zapadas y una curaduría de espectáculos a tono, como este que estamos recomendando, además de la cálida sonrisa de Mónica, dueña y anfitriona.

Ver y oír a Liliana, dispuesta a compartir su mapa de regreso a la infancia, es pasar un gran momento de buena música, es disponerse a un nuevo año de felicidad. 

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