Fotogalería


 Predio de La Rural.

 

Av. Sarmiento 2704. Desde el 4 al  28 de mayo.


Bowie by Mick Rock

Por:

Una muestra del paso del gran ícono del rock por nuestro mundo, de la mano de uno de sus biógrafos visuales.


David Bowie representaba el sueño de cualquier fotógrafo. Era ideal parar retratar. Plástico, hermoso en su excentricidad, desenfadado y carismático.

Mick Rock, el fotógrafo que lo acompañó en miles de recitales y eventos, lo testimonia así con una serie de registros maravillosos.

Parte de ese extenso trabajo, que ocupó unos buenos años de su vida, se exhibe en un pabellón de La Rural.

Rock era muy conocido en el ambiente musical. Fotografiaba a monstruos como Iggy Pop, Lou Reed, Syd Barret, Queen, Blondie y los Ramones.

Conoció a Bowie en 1972. Encandilado con la canción  Life on Mars?, del álbum Hunky Dory, resolvió buscarlo y lo encontró en Birmingham, en un pequeño recital para 400 personas. Bowie estaba gestando su personalísimo avatar Ziggy Stardust, que incluía un vestuario colorido, estrafalario, terriblemente provocador para la época.

Rock empezó a seguirlo y a documentar ese proceso de creación, pero en sus momentos en off, fuera de las luminarias. La fama de Bowie fue creciendo pero él siempre estaba ahí, recogiendo todos los cambios de look, todas esas mutaciones.

Logró captar las variaciones de Bowie. Son tomas únicas, que lo sorprenden comiendo, cambiándose de ropa, durmiendo durante un viaje. Maquillándose, siendo besado por los fans, transmitiendo su legado a través de su imagen y de su forma de pararse ante el mundo.

Los retratos se agrupan en paneles de colores. Algunos son en blanco y negro, casi en su mayoría capturas documentales. Hay otros en pastel, y otros en brillantes momentos noventeros, chillones y contrastantes.

Seguir a Bowie fue constatar las tendencias estéticas de una gran parte del Siglo XX.  Este es el valor agregado de estas fotografías.

Y una cosa más. Muestran a un hombre que nunca envejeció. Que a pesar de las canas y las pocas arrugas, siempre mantenía su postura desafiante, sin dejarse vencer por las modas, porque siempre estaba generándolas, siempre en la cresta de la ola.

A un costado hay un grupo de televisores irradiando imágenes. Se suceden, lo multiplican en el espacio. Un rayo anaranjado preside la muestra. Figurines con pelucas de colores tratan de vender remeras.

El alma de Bowie, sin embargo, no está en todo esto. Permanece, de algún modo, en las imágenes que de él consiguió Mick Rock. En ese transcurrir eterno.

 

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