Exposición temporal


 

 

Pío Collivadino en MNBA

Por: Fernando Arenas

El desarrollo urbano de principios del siglo veinte fue su principal inspiración y plasmó en su producción bellas postales de esa realidad expansiva de la ciudad que fuera otrora el puerto del granero del mundo.


El desarrollo urbano de principios del siglo veinte fue su principal inspiración y plasmó en su producción bellas postales de esa realidad expansiva de la ciudad que fuera otrora el puerto del granero del mundo.

 

Collivadino amaba la ciudad que lo vio nacer en el suburbano Barracas de apenas pasada la mitad del siglo XIX, en el seno de una familia de inmigrantes lombardos de oficio carpinteros, quienes lograron enviarlo a formarse como artista a Italia, donde vio el cambio de siglo. A su regreso en 1906 continuó plasmando en su caballete su realidad, su entorno, aquello que conocía. A lo largo de su vida logró darle forma a varios de sus objetivos, un perfecto relevamiento edilicio de la Buenos Aires del Centenario.

Artista que construyó una mirada paisajística sobre la ciudad, nadie como él mostró la belleza de aquella pujante metrópolis y las magnánimas construcciones que por entonces se realizaban, edificios que aún hoy siguen siendo ícono de nuestra pujanza y grandeza, los rascacielos y avenidas del centro, los nuevos edificios industriales, las usinas y puentes de sus orillas.

También plasmó en sus telas la realidad dispar que ya desde entonces tenían las familias de los suburbios en contrapunto con esa opulencia del centro. Muestra de ese trabajo son las escenas de arrabales, zonas portuarias, callejas de tierra donde los niños pasaban sus días. Fue el pintor de los faroles, un objeto característico de su obra al representar los barrios. Otra característica de este artista es la excelencia lumínica que poseen sus trabajos, como es el caso emblemático de La hora del almuerzo (1906), propiedad del MNBA, la cual sigue captando el interés de la mirada de un público que queda atónito por el realismo de la escena.

El material recabado por la Doctora Laura Malosetti, curadora que realizó esta muestra, es traído en gran parte del Museo Pío Collivadino perteneciente a la Universidad de Lomas de Zamora, patrimonio que fue restaurado y clasificado gracias al trabajo de un equipo multidisciplinario de la Universidad Nacional de San Martín. Forman parte de esta inmensa muestra más de cien obras de su inmensa producción, más paisajes urbanos de otros artistas, como algunas obras tempranas de Benito Chinchella (quien más tarde firmaría Quinquela Martín).

Collivadino ha sido sin lugar a dudas unos de los artistas más influyentes de nuestro arte nacional. Dueño de una técnica refinada, un dibujo sólido y un estilo por momentos puntillista, que alternaba con gruesos empastes, dejó una extensa obra realizada en la formación de discípulos durante más de treinta años como Director de la Academia Nacional de Bellas Artes. Fue el primer argentino en participar de la Bienal de Venecia en el año 1901. Fundó junto a Fernando Fader, Cesáreo Bernaldo de Quirós, Carlos Ripamonte, Justo Lynch, Alberto Rossi y los escultores Arturo Dresco y Rogelio Yrurtia el grupo Nexus en 1907. La felicidad que produce ver este material es motivo más que suficiente para recomendar una visita al Bellas Artes, que además incorporó a su patrimonio tres importantes obras de Antonio Berni: La siesta (1943), El obrero encadenado (San Sebastián, 1949) y Cristo en el departamento (1980/1). 

 

Museo Nacional de Bellas Artes. Av. Libertador 1473. Hasta el 25 de agosto. Martes a viernes de 12:30 a 20:30. Sábados y domingos de 9:30 a 20:30. Entrada libre y gratuita.

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