Drama


 

 

Final de partida

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Alfredo Alcón nos trae su versión de la obra de Beckett. Una experiencia potente, de gran atractivo visual, que lo consagra –una vez más- como protagonista absoluto.


Alfredo Alcón nos trae su versión de la obra de Beckett. Una experiencia potente, de gran atractivo visual, que lo consagra –una vez más- como protagonista absoluto. 

 

Uno de los misterios de la obra de Beckett es saber si detrás de toda su dramaturgia no esconde una gran broma. Esos entornos difusos y a la vez asfixiantes, esos diálogos entre dos personajes afectados por un amor parecido al odio, -o viceversa-, esas batallas áridas, con gente mirándose el ombligo, tienen la contrapartida irónica, fuertemente señalada por el autor, de un mundo cayéndose a pedazos como telón de fondo. 

Muchos elementos de esta chanza absurda y poderosa contiene Final de partida, la obra que Alcón eligió para volver a poner en escena.

Logra una pieza muy cuidada, intensa y atravesada por su presencia. El público disfruta su dominio del escenario y festeja las crueles pullas con las que Hamm, su personaje, encubre la simbiótica y desesperada relación que lo une con Clov, el otro protagonista de esta historia.

Si Hamm es el rey ciego, Clov es su vista que lo mira mal. Este difícil rol está cubierto por un convincente Joaquín Furriel, que crece a pasos agigantados junto a tremendo maestro. Entre los dos llevan adelante la dinámica de la obra, que, como es común en Beckett, necesita un tempo exacto para fluir.

Nagg y Nell, los padres de Hamm, son fantasmas que viven tirados

en la basura, allí donde Hamm los dejó en aras de construir su imperio de crueldad.

Amo y esclavo, padre e hijo, dos a quererse. Y detrás el fin del mundo, una era en donde las marejadas y los caprichos de una naturaleza muerta rigen la nada misma, aquello que es estéril.

Esta versión de Final de partida cuenta con la traducción de Francisco Javier.

El elenco, encabezado como vimos por Alcón y Furriel, se completa con una entrañable Graciela Araujo y un divertido y nostálgico Roberto Castro. El apuntador es Lautaro Ostrovsky, la asistencia artística es de Franco Battista, la iluminación de Gonzalo Córdova, el vestuario de Mirta Liñeiro y la escenografía de Norberto Laino.

Alfredo Alcón sigue en los escenarios porteños. Su magia, su voz y su presencia continúan intactas. A no perdérselo.

 

Sala Casacuberta. Teatro San Martín. Av. Corrientes 1530. Miércoles a sábados a las 21, domingos a las 20.

www.alternativateatral.com/obra26399-final-de-partida

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