El loco y la camisa

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La compañía Banfield Teatro Ensamble presenta esta contundente muestra de su talento. Del sur al mundo, pintando la propia aldea.

Vivir al sur es un karma. No hablo de la Patagonia, sino del conurbano bonaerense, esa tierra de donde tratan de huir todos los que tienen un sueño.

Buscando las luces de la ciudad, tardamos poco en darnos cuenta de que nuestro país es un enorme sur, en donde todas las utopías amanecen marginadas. Si al menos tuviéramos fuerzas para decir la verdad, sería posible un cambio. Pero la verdad solo está al alcance de los niños y los locos.

Esta filigrana de sentimientos es la que se expone El loco y la camisa, la interesante propuesta de Nelson Valente. Una familia de Banfield se apronta para recibir al novio de la hija, un abogado de la zona norte. La hija tiene vergüenza de sus padres; sus padres tienen otro hijo que no está bien de la cabeza. Todos se suponen impresentables y sufren mucho: cada uno se salva como puede, incluso vejando a los demás integrantes de la familia.

El único que no tiene pelos en la lengua es el loco. Revela situaciones de violencia, de hastío y de dolor. El loco no tiene filtro: disfruta dentro de su impunidad, de su marginación y desde su percepción de lo que es la realidad.

Pero ¿qué es lo real?

En un tono cuasi costumbrista, el director y sus actores se despegan lentamente de lo cotidiano para filosofar acerca de la mentira, de los mundos paralelos que se van construyendo para escapar de una situación.

Con un buen trabajo de los actores Julián Paz Figueira, Gabriel Beck, Lide Uranga, Ricardo Larrama, Soledad Bautista y José Pablo Suárez, la obra cuenta con una puesta en escena muy interesante, suerte de Cámara de Gesell en donde el público puede asomarse a ver a esa familia desdichada, infiriendo sus penas sin nombre. Bastaría una palabra para romper ese círculo vicioso. Pero nadie más que el loco quiere perder la cordura pronunciándola.

 

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