Comedia dramática


 

 

Hernanito

Por: Leandro Ibáñez

Dos universos aparentemente inconexos, el metalúrgico y el de la ventriloquia, se funden en esta obra de irónica comicidad. Su amalgamado cuestiona el conflicto clasista argentino que deviene del malentendido cultural, con altas dosis de esquizofrenia y pasadas infancias sin resolver.


Dos universos aparentemente inconexos, el metalúrgico y el de la ventriloquia, se funden en esta obra de irónica comicidad. Su amalgamado cuestiona el conflicto clasista argentino que deviene del malentendido cultural, con altas dosis de esquizofrenia y pasadas infancias sin resolver.

 

El particular mundo de una pequeñísima fábrica en el conurbano bonaerense. Gris, descuidada, pero con ganas de incorporarse al nuevo proyecto político de producción nacional. Un dueño, que oficia de capataz, representa lo más asqueroso de la clase empresarial argentina -mañosa, chapucera, segregadora, petulante, y paranoica-. Con una distorsionada, grandilocuente visión de su pyme, se piensa un gran filántropo por darle empleo a un negro. Un obrero metalúrgico, callado y eficaz, por momentos inmóvil, con mitológicas creencias evangelistas. Tres ingredientes combinados que la lúcida y original cabeza del dramaturgo Alejandro Acobino supo aunar para dar forma a una bizarra comedia trágica llamada Hernanito. Un texto sencillo, que pareciera transparente, pero que oculta un contenido espeso y nutritivo. Y como si fuese poco, de un campo completamente ajeno al mundo fabril, la genialidad de Acobino trae un muñeco ventrílocuo, el alter ego del egomaníaco y esquizoide patrón; voz mediante la cual dice –se dice- sus más reprimidos pensamientos.

Alejandro Acobino decidió poner fin a sus días hace ya siete meses, pero tras de sí dejó grandes trabajos que continuarán representándose en tiempos futuros. Sus obras perdurarán por la mirada profunda que supo plasmar en cada una de ellas, y sobre todo por la plástica manera de representar pequeñas características de la naturaleza humana en hombres y mujeres anónimos.

Un claro ejemplo de esta continuidad es la actual puesta de otro de sus textos, Absentha, a cargo de la agrupación teatral La Fronda y con dirección de Ana Sánchez. Ambas piezas comparten esa observación sobre pequeños mundos, historias de gente común, la construcción de personajes antagónicos entre sí, y contrariados hacia sus adentros, que trabajan, que comparten una afición, como es en Absentha un taller literario. Iluminación simple, que pareciera trasladar al espectador al reducto que está observando.

En Hernanito es memorable esa extensa escena en que, corte de luz mediante, los dos protagonistas dialogan con una vela y una linterna. En el intercambio forzoso de esos elementos lumínicos, aparece la significación del manejo del poder y los recursos económicos en esta actual sociedad.

El uso del sonido diegético, que emana de la historia misma, sin necesidad de musicalizar para crear climas, es otra característica que tienen en común estas dos propuestas. Porque la atmósfera intimista deviene del texto, de las naturales actuaciones -poderosamente físicas y gestuales, que provocan risas-, del estudiado proceso creativo.

Hernanito es un sincero homenaje a la ausencia física de Acobino, pero también es una poética de su permanencia y del perenne legado en sus obras, en quienes las reinterpreten y en todo espectador que las haga suyas.

 

Leandro Ibáñez

 

Teatro del Abasto. Humahuaca 3549. Sábados a las 23:30.

www.alternativateatral.com/obra16560-hernanito

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