Comedia


 

 

El acto gratuito

Por:

Gonzalo Demaría se divierte describiendo una puesta basada en la Poética de Aristóteles. Una estructura clásica, un ejercicio y una vuelta de tuerca divertida y cínica acerca de los mecanismos del Teatro.


Gonzalo Demaría se divierte describiendo una puesta basada en la Poética de Aristóteles. Una estructura clásica, un ejercicio y una vuelta de tuerca divertida y cínica acerca de los mecanismos del Teatro.

 

El grito es un pequeño espacio teatral. La noche de El acto gratuito aparece colmado. El público espera la aparición de los actores, mientras el acomodador, un joven demasiado sonriente, vestido como empleado de una estación de servicio, instala en los asientos a los rezagados.

Sin transición, la cosa parece armarse. El joven acomodador se acomoda en el escenario y con la palabra comienza la obra. Una chica muy maquillada atiende el mostrador del drugstore de la supuesta estación. Una mujer de calzas animal print  hace tiempo esperando un café que debe servirse sola: a fin de cuentas, está en un autoservicio.

El verosímil de la escena se va construyendo en la cabeza de los espectadores cuando uno de los actores lo suspende: personifica a un maestro dramaturgo. Los protagonistas devienen en aplicados alumnos que toman nota en las mesitas, sin perderse detalle de los comentarios que el malhumorado especialista le dedica a la Poética de Aristóteles.

Descolocando, pero sin perder el hilo, El acto gratuito atraviesa los distintos niveles que constituyen una puesta, apuntalado por la dirección de Luciano Cáceres, que crea un interesante fondo de imágenes en vivo, una maqueta filmada y un falso off al alcance de todos.

A puro golpe de efecto, la historia va avanzando con referencias a la receta universal de la estructura narrativa, perfilando el héroe trágico, anteponiéndolo a su antagonista, confundiéndolos intencionadamente. La obra divierte –y se divierte su autor- descomponiendo la Poética con situaciones hilarantes, como un niño que busca los resortes de su juguete preferido. Es un ejercicio intelectual, aparentemente frívolo, pero que revela un profundo conocimiento de las reglas del juego.

Marco Antonio Caponi se lleva las palmas al frente de un elenco muy concentrado, portador de una serie de parlamentos ingeniosos, un poco crueles y terriblemente divertidos. Hay una crítica virulenta a los teatristas, especie que, según la catarsis de fin de obra, vendrían a ser irrespetuosos recién salidos de la escuela, que se lanzan con todo el atrevimiento que da la ignorancia a hacer teatro.

El maestro está compuesto por Eduardo Veliz. Carolina Barbosa es la misteriosa mujer de las calzas. El elenco se completa con Guillermo Berthold (el recordado San Sebastián de El cordero de ojos azules, que logra aquí una actuación muy fresca, desdoblada en personajes incidentales), Shumi Gauto, Manu Rabello y María Vélez.

La escenografía y el sonido son fundamentales: corresponden a Agustín Garbelotto, encargado de la cámara en vivo y dador de la energía casi multimedial que contiene la pieza.

Un pequeño misterio, pistas en tapas de inodoro, palos para todo el mundo y un momento de buen humor garantizado.

 

Amelia Jonte

 

Teatro El grito. Costa Rica 5459. Tel: 15 4989 2620. Viernes a las 23:30.

www.alternativateatral.com/obra32845-el-acto-gratuito

> COMERCIAL
> DISTRIBUCIÓN
> EDICIONES ANTERIORES