Exposición


 Malba

 

Av. Figueroa Alcorta 3415. Tel: 4808-6500.

Jueves a lunes de 12 a 20.  Hasta el 23 de febrero de 2015. Visitas guiadas: jueves, viernes y domingos a las 17.


Antonio Berni: Juanito y Ramona

Por: Marta Cotty

El arte es una respuesta a la vida. Ser artista es emprender una manera riesgosa de vivir, es adoptar una de las mayores formas de libertad, es no hacer concesiones. En cuanto a la pintura, es una forma de amor, de transmitir los años en arte. - Berni


El Malba siempre ha sido amable con Berni. En su colección permanente habitan obras suyas como Manifestación, Chelsea Hotel (de su etapa en Nueva York, que engalana la tapa de esta edición) o Mercado del altiplano, mural americanista, el primero de Berni exhibido públicamente. Trabajos suyos de todos los períodos se encuentran cuidadosamente preservados y expuestos en este museo, que es uno de los más completos y hospitalarios de Sudamérica.

Con sus espacios amplios y modernos, el Malba es además el escenario ideal para una megamuestra. La que se presenta hasta el mes de febrero, Juanito y Ramona, permite asistir a un período de evolución artística en la vida de Antonio Berni, un artista de vanguardia. Y hablo de vanguardia en él porque siempre se abocó a su arte con una mirada joven, de perpetuo aprendizaje y descubrimiento.  Las piezas que se exponen son pinturas, xilografías, objetos y collages. Comienzan en los últimos años cincuenta, con un Berni ya maduro, pero que igualaba en el entusiasmo por la novedad y la permeabilidad a lo nuevo a los flamantes artistas que surgían por ese entonces en ámbitos como el Di Tella. Don Antonio, que se formó en Rosario de principios de siglo con pintores españoles inmigrantes y luego en Europa, mediante una beca del Jockey Club, pertenecía a un movimiento que se denominó nuevo realismo o realismo social. Paradójicamente, ingresó en él a través del surrealismo, que estudió de primera mano junto a exponentes como Salvador Dalí.

Su realismo es verdaderamente mágico, porque a su aguda observación de los momentos sociales le añade una cuota de fulgurante imaginación.

La década del sesenta lo encontró en nuestro país post-peronista y en vías de desguace. Allí comienza el guión de esta exposición, que arranca en el segundo piso del museo con sus pinturas al óleo sobre lienzo, retratando con brochazos densos y geométricos su visión de una villa miseria.

Enseguida conocemos a Juanito Laguna, un chico de los bajos de Flores al que le gustan los perros y los pájaros, que tiene una familia numerosa y una esperanza a prueba de todo. Berni lo dibuja de muchos colores, rodeándolo de materiales de construcción que son desechos reales de ese intento industrial de la ex- Nueva Argentina: recortes de metal, madera, arpillera, estopa, telas rudas.

El entorno de ese primer Juanito es oscuro, pero él tiene los ojos brillantes, interrogadores, vivos. La fuerza de su niñez supera lo abigarrado de su pobreza y satura el soporte de las pinturas, que se transforman en ensamblajes con texturas y relieves.

Luego de un video en continuo que ilustra los orígenes de este personaje, un nuevo pliegue de la creatividad berniana se expande: asistimos a sus xilograbados, coloreados y en blanco y negro, que también retratan escenas de la vida cotidiana de Juanito. La novedad es que muchas veces junto al grabado están expuestos los tacos o matrices de lo que se valió el artista para realizarlos. Esos tacos nos dan la dimensión justa de un artífice multidisciplinario.

A lo largo de la década, los intereses de Berni por reflejar la debacle del capitalismo –incipiente pero caníbal- producen el nacimiento de Ramona Montiel, una chica de barrio que soñaba con las luces de las estrellas de TV y los módicos lujos de una billetera llena. En pos de su sueño Ramona abandona la fábrica, el taller de costura, y se dedica a la prostitución.

Berni crea un imaginario de la vida anterior de Ramona con retratos de sus honrados padres, instantáneas en collage de su primera comunión o la inquietante sensualidad larvada de su foto de bebé.

En estas producciones utiliza elementos distintos a los de Juanito, como retazos de tela de vestidos de fiesta, lentejuelas, pasamanería y falsa bijouterie.

Hay algo de carnaval triste en sus construcciones de Ramona. Clima de despojos de una fiesta que pasó lejos, mascaradas, materiales de costurero, moldes. Conocemos, a través de coloridos muestrarios, lo pontifical de su miseria, sus amantes siniestros –el obispo, el general-, símbolos del oscuro poder de la Argentina de aquellos tiempos.

También hay monstruos. Increíbles esculturas, con texturas inverosímiles construidas a fuerza de chapitas de gaseosa, clavos oxidados, maderas, raíces y maniquíes truncados. Forman parte de las pesadillas de Ramona y conllevan cierto misticismo religioso que impresiona pero que también divierte.

La muestra, curada por Mari Carmen Ramírez y Marcelo Pacheco, culmina en el subsuelo, con el último Juanito de Berni. En estas obras, los materiales nobles como la madera y el metal han desaparecido, dejando paso a los plásticos, tan coloridos como asfixiantes. Los cielos son diáfanos pero la tierra es un caos, una contaminación de basura brillante que va recortando los espacios vitales donde Juanito sigue tratando de bañarse, de jugar, de soñar, de existir.

Recomendamos esta exposición porque es la primera que deja ver la génesis de dos personajes emblemáticos y la evolución extendida en el tiempo de un artista genial. Hay visitas guiadas, públicos de todas las edades y un ambiente cálido y especial para disfrutar de un fragmento de nuestra Historia del Arte.

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