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Bar Celta

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Un santuario del bienestar, del encuentro entre amigos, la lectura del diario, el espacio para el café solitario y reflexivo, la carcajada y la filosofía de estos directores técnicos de la vida que somos los porteños.

El café es una ceremonia que está arraigada en nosotros. Forma parte de nuestro diario vivir, lo usamos como pretexto de reunión, terreno del honor de nuestras vidas, punto de contacto con el otro. Ante un problema de cualquier índole, de nuestra boca saldrá la famosa frase ¿nos tomamos un café? En ese breve cielo se dirimen y solucionan nuestras preocupaciones, poniendo el corazón en la mesa.

“Cualquier cosa, estoy en el bar” digo, antes de salir de mi casa para adentrarme en la ciudad. Los bares son mi lugar de encuentro, mi oficina, el confesionario con amigos y el lugar de distención.

Estoy en Corrientes y Rodríguez Peña. Frecuento El gato negro, La academia, Los galgos, La ópera, pero paro en el Celta, el de Sarmiento y Rodríguez Peña. Es un lugar más de mi casa, si alguien me busca es más fácil que me encuentre ahí. En esa esquina, cuando yo era chico -en la época en que Bachín quedaba por Sarmiento-, había un almacén de un español que tenía mesas adelante, lo recuerdo bien. Después estuvo cerrado mucho tiempo cuando se fue de gira el dueño. Un buen día abrieron un bar de jazz a principios de los noventa. Mantuvieron el nombre, vi varias bandas buenas, Walter Malosetti, Pipo Luque y otros eran la atracción del lugar.

Desde hace un tiempo armaron el Celta de hoy copiando cómo era aquel antiguo almacén. Conserva toda su estampa, como si nunca se hubiera cerrado, un trabajo de arqueología urbana que le debemos a Los Notables, los dueños de El Federal, El bar de Cao, El Margot, La poesía y este. Además del mejor café, es famoso por tener precios más baratos que el resto, por los almuerzos que dan y las picadas con cerveza artesanal a la tarde-noche.

Un bar no es un lugar con varias mesas, el bar es fundamentalmente y por delante de todo, quienes lo atienden. En el Celta están los mejores. Por las mañanas el lugar brilla con Osvaldo detrás de la barra y con Analía en el salón, verdaderos profesionales de la sonrisa y el buen trato. Ante todo está la cordialidad, esa extraña magia que transforma los rostros de los parroquianos que vienen mal dormidos. Por el lugar pasa mucha gente, pero estamos los de siempre, que aunque no tengamos el tiempo para el café, entramos a saludar. Eso es lo que produce este dúo de generadores de escenas, a las que se prenden los presentes. Una selección de los mejores tangos, o de jazz, amenizan la estadía. ¿Se puede pedir más para elegir un bar?

Yo les recomiendo que pasen por un desayuno o a reunirse con amigos, a la tarde o por la noche. Entonces verán el despliegue de Gustavo, quien mueve el salón vespertino. Siempre hay buena música y una atención excelente para elegirlo, por la zona hay alquileres y departamentos en venta que tienen al Celta en la esquina.

 

 

Bar Celta. Sarmiento y Rodríguez Peña.