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Estrenos argentinos

El hijo de Dios

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Filmada en San Andrés de Giles, esta película retrata el amor por el fútbol, la pasión que despierta, y también los negocios que minan el juego bonito.

Antes que nada, yo soy del rojo. Crecí viéndolo campeón de todo, casi todos los años. Después de tener a alguien como el Bocha jugando toda su carrera en el club, empecé a seguirlo cada vez menos cuando sus nuevas glorias no cumplían más que un par de temporadas presurosas antes de ser despachados a los clubes europeos. Gustavo López, Milito, el Kun… Verlos irse fue desangrarme un poco. De repente se enfrió mi corazón y no fui más a la cancha.

Hay gente que se alegra de que sus ídolos jueguen afuera. No sé. El tema de Messi, por ejemplo, es de apasionada discusión para muchos.

Toda esta larga digresión es para hablar de El hijo de Dios, la película escrita y dirigida por Mariano Fernández y Gastón Girod. En ella estos temas del fútbol y su mística de la habilidad y la alegría versus el negocio se ponen sobre el tapete. Pero si esperan un estudio sociológico de nuestra crisis y el opio de  los pueblos, van por mal camino. Esta es una peli de género épico, una ficción pura y dura.

Está alejada totalmente del costumbrismo y se acerca más a la estética de los Súper Campeones (Captain Tsubasa), el animé japonés, o hasta a la secuencia final de Metegol pero sin ese machismo que tiene la cinta de Campanella.

Su dinámica es más vieja que la Biblia, pero no por eso menos efectiva: a Juan, Santiago y Tomás se les queda el auto en el pequeño pueblito de Betania, comandado por el abusivo comisario Pilatos, que además es arquero del equipo local. Por un conflicto, los tres terminan siendo desafiados a un duelo futbolístico.

Vemos los caracteres típicos del fulbito: el gordo medio de madera pero que pone, el gato que nunca tocó una pelota en su vida pero que ve la liga europea por TV, el habilidoso. También hay un arquero manco y un pichón de Cristo, así a lo Fontanarrosa. Este Jesús es un jugador distinto.

Así, con aires de Nuevo Testamento, muy adecuados para parodiar nuestra máxima pasión que a veces nos hace ver ridículos, estos muchachos se las arreglan para divertir, entretener y hacer pensar en el verdadero valor de este deporte y por ende, de la felicidad.

El elenco está compuesto por Paulo Soria, Juanki Lo Sasso, Ignacio Ballone,  Bruno Alcón, Agustín Repetto, Marina Artigas como la Magdalena, Jorge Sesán, Marcos Ferrante, Gerónimo Espeche, Martín Tchira, Norberto Arcusin, Mario Vedoya, Matías Obispo y Maximiliano Cejas.

El clima de western mezclado con lo campero, los pasos de comedia, el casting y la música son muy buenos. Las escenas del partido están filmadas como los dioses, por gente que sabe de qué va la cosa. Y hay participaciones entrañables del Ruso Verea como el Bautista y  Diego Della Sala (maravilloso, Diega).

Se trata de un cine pochoclero, sí, pero de alguna forma, muy nuestro.

Y deja pensando acerca del fútbol de acá, de la venta del habilidoso, del saqueo de talentos que hay en los pueblos del interior para llenar las vidrieras de tanto club foráneo que más parece un álbum de figuritas que un lugar donde vive el corazón. El corazón: templos privados nuestros donde siguen jugando esos Bochinis, aquellos Maradonas.

Estreno en Buenos Aires: 27 de octubre.