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Los Galgos

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Desde 1930, sus puertas están abiertas en la esquina de Callao y Lavalle. Es parte del paisaje de todos los días… Aunque desde su remodelación, las noches son las especiales.

Para los que lo tienen de antes, tranquilos. Los Galgos sigue ofreciendo medialunas deliciosas, amasadas allí mismo, un rico café y unos ventanales que dan al corazón de Buenos Aires. A la tardecita, el vermú, bien presentado con ingredientes; cazuelitas de jamón, aceitunas y maníes.

Julián Díaz, uno de sus nuevos dueños, respetó los materiales del mobiliario original, le dio una refrescante lavada de cara al salón, arrancado las publicidades viejas, y realzando el justo valor de la boiserie, esos paneles trabajados en madera, al igual que los marcos de las ventanas y las mesas.

El antiguo mostrador luce reluciente. Ahí está el cisne chopero bruñido a nuevo.

Pero en lugar de las botellas viejas que juntaban polvo atrás ahora hay una barra bien nutrida, con un servicio de coctelería más que interesante.

Cuando la noche cae sobre Buenos Aires, Los Galgos cobra una magia diferente.

Lo primero a destacar es la iluminación. Las lámparas redondas emanan una luz dorada. Cada mesa tiene su velita ardiendo dulcemente.

Los mozos se mueven en silencio, amables y atentos. Y los viernes y sábados, una pareja de músicos de tango se sitúa a un costado y empieza a tocar lo mejor del repertorio añejo del 2x4, rescatando del olvido joyas como El porteñito o El abrojo. La bandoneonista es una virtuosa.

Acá no vale la impronta de algunos restó de Palermo, insípidos y extrañados de su entorno. La carta se empeña en mantener la tradición de la comida porteña: milanesas a caballo, revueltos gramajo, tallarines salseados, sin olvidar el clásico sánguche de crudo y queso con manteca.

Los platos son sencillos, abundantes y gustosos. Pedimos una tortilla de papas, alta y bien preparada, y una provoleta acompañada de hierbas y tomate. Sabían como los dioses. No se sirven pizzas, porque su dueño admite que esa zona de la ciudad cuenta con pizzerías especializadas y no le interesa competir. Apuesta por un menú acotado pero muy bien resuelto. Y triunfa.

La cava de vinos es uno de los puntos más altos de la noche. Prefieren etiquetas poco conocidas, pero de probada calidad. Elegimos un refrescante Tempranillo, de la bodega Santa Julia, un blend Malbec-Monarda muy frutado pero con una base intensa, que se deja tomar como el agua.

Se puede charlar sin interrupciones, en un clima distendido. Es ideal para visitar en pareja o con amigos. A Los Galgos la noche le sienta bien: allí se disfruta un tiempo que fluye sin atropellar, que permite, simplemente, gozar del momento. Recomendado.

Los Galgos

Los Galgos. Callao 501.  Tel: 4371-3561. @LosGalgosBarNotable