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Cocktail Club

Verne

Por: Álvaro Suarez Onzué

Un reducto oculto a la vista del mortal común, refinado encuentro con el arte de la alquimia, un templo del trago para el supremo bebedor.

 

Es posible que este dato que ofrezco, moleste al habitué de Verne.

Es un espacio de calidad y tranquilidad, de características poco comunes para un local de tragos y exquisita gastronomía. La importancia mayor está enfocada en el registro de lo que el cliente prefiere y en ese sentido se ha dispuesto todo.

El público que concurre es selecto, posiblemente se junte espontáneamente, pero es muy especial, de características poco comunes, es ese tipo de gente que tiene preferencia por lo mejor.

En una antigua casona que enfrenta la plaza de Medrano y Costa Rica, con intenciones de pasar desapercibido, se ha fundado este templo. Las comodidades de la zona son inmejorables, estacionamiento fácil, garaje a escasos 20 metros sin cambiar de vereda, una hermosa plaza bien iluminada para ventilar alcoholes. En su interior posee diversos espacios que convocan a reuniones de todo tipo; les recomiendo que sea con amigos o pareja.

Un cuidado patio es el pulmón de pocos fumadores y el refugio para comensales que deseen el aire que roza la piel.

En un sitio central, a modo de altar, se erige una excéntrica barra que indica el nivel de importancia que allí se le da al culto del trago. Si se presta atención y con conocimiento del tema, se pueden ver los más diversos ingredientes, un verdadero laboratorio de elixires para el alma. Hay botellas importadas de remotas tierras con un contenido característico de las costumbres de esa parte del globo. Hay botellas que han cruzado el túnel del tiempo, etiquetas de antiquísimas fórmulas, en muchos casos extinguidas y en otros de olvidadas experiencias. Ellos preparan muchas combinaciones que al momento hacen la diferencia. Quienes manejan ese sector son especialistas de mucho recorrido. Me gusta beber tragos y tengo preferencias por determinadas maneras de mezclar los ingredientes que los construyen y en todos los casos han sabido emplear las medidas justas en apropiados pasos de creación. La atención del lugar es por demás agradable, es un sitio donde el anfitrión es un profesional en la materia.

Con respecto a la carta de platos, es algo reducida pero muy creativa y completa, no diría que es un lugar que eligiría para cenar pero si es interesante y con porciones adecuadas para acompañar tragos y mantener el estómago a la altura de la situación con sabores muy elaborados. Excéntricas combinaciones con sugestivos aromas aunque no intensos.

Aquí la estrella es la barra y no hay vueltas. Un excelente lugar para conocer y hacerse habitué con buena compañía. Un dato no menor es que nunca cierra.  

Verne.

Av. Medrano 1475. Siempre a partir de las 21.