La reunificación de las dos Coreas

Por: Juan José Bertolaga

Experiencia única, la sensación de visitar una galería de arte con cuadros vivos. La unidad solo indicada por los artistas, que en este caso son el autor y la directora.

El prolífero autor y director francés, Joël Pommerat, de quien recientemente hemos disfrutado Ça ira (1) Fin de Louis, ficción inspirada en la Revolución Francesa de 1789, presentada en el FIBA-17, compuso esta sinfonía de escenas aisladas, tomando como hilo narrativo la disolución de los vínculos. Una continuidad de situaciones enmarcadas en el teatro de la acción.

Nuestra poeta teatral Helena Tritek hace deslizar sobre el escenario bifrontal que solicita la obra, un verdadero abanico de deleites que lamentablemente en algún momento concluye.

La experiencia de ver actores y actrices componiendo los sueños de Tritek es un placer único. Poder disfrutar de dúos como el de Ingrid Pelicori y Mario Alarcón en situaciones a modo de perfumes, que se evaporan, dejando la fragancia del arte que solo ellos producen. O la potencia de Maruja Bustamente, con el genio de Natalia Cociuffo, acompañadas por Pablo Lambarri. La efectividad interpretativa de Agustín Rittano. La experiencia escénica de Javier Pedersoli en un acierto por cada composición. El consabido llanto de Esmeralda Mitre. Se deleita el desparpajo de Alejandro Viola en personajes desopilantes que denotan su instinto, su olfato escénico. La acostumbrada galería interpretativa de Caro Solari con momentos inolvidables. Cada uno es una gema única e irrepetible, con la cual Tritek ha logrado construir, sobre este texto, y con la asistencia de Elizabeth Rodríguez, un sinfín que conforma un tesoro de extremo valor, por la reflexión que en su totalidad, despierta en el espectador. El alma se regocija ante tanta belleza compositiva, deseando que la experiencia nunca termine.