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Un delicioso programa de domingo, inolvidable paseo por el arte elevado, que viene de la mano de una historia tan tierna como educadora.

Como si hubiese sido pensada para una tarde de domingo, la surrealista pluma del catalán David Desola inventa esta obra, tan contemporánea como necesaria. Dos generaciones se abrazan en la puja por un sueldo, a pesar de la realidad diaria de cada uno. Esta opera prima de Desola en nuestro país, une las necesidades de un añoso ser que debe dejar su puesto a un joven inexperto, debe prepararlo para afrontar la responsabilidad que lo ha mantenido en vilo por casi cuatro décadas. En ese campo de batalla se realiza el encuentro más adorable, la metáfora que une la necesidad humana. Se despierta la solidaridad por el otro, a pesar de los miedos, de las diferencias y de lo inesperado que transforma todo en surrealismo, contenido en la actual amenaza de la desocupación.

Un proceso de dirección, muy bien llevado por Susana Hornos, quien construye un tangible vínculo en un espacio atravesado por distintos tiempos.

El material posee el plus de encontrar en el escenario a un reconocido maestro de nuestra escena: Horacio Peña tiene la tarea de dar vida a un personaje de muy difícil construcción, alguien que se ve obligado a conformar una realidad paralela para subsistir, una personalidad facetada, que muestra un nuevo acierto del actor, quien comparte escena con Juan Luppi en un rol impecable.

Ambos disfrutan de este encuentro generacional, puliendo una obra de arte en cada función y esta conexión se nota, desde una platea que agradece tanta entrega.

Una perla de nuestras artes, un material lleno de intrigas, una enseñanza para las nuevas generaciones y una caricia al alma que le aconsejo no perderse.