El fruto más amargo

Por: Lucho Gutiérrez

Una gema sin impurezas, cada elemento acciona de manera perfección sobre los demás, completando un excelente espectáculo.

El dramaturgo y director Héctor Levy-Daniel ensambla este delicioso material de su propiedad, rodeándose de un gran equipo creativo y excelentes actores. Con escenografía y vestuario de Magda Banach, iluminada por Ricardo Sica y con música original de Federico Marrale logra un alto contenido de belleza estética y sonora, conformando un soporte que potencia el delicado tema que trata en escena.

Todo funciona con gran efectividad, nada sobra en esta partitura donde las negras poseen una presencia escalofriante.

Dana Basso, Iride Mockert, Gustavo Pardi y Roxana Randón  dan vida a la historia que aborda la temática de la identidad y la obsesión de la pertenencia sanguínea. La potencia de las actuaciones construye una obra de arte tan disfrutable como aleccionadora.

El trabajo se basa en diversos lineamientos, más allá de los centrales, el sentido de reflexión muestra fantasmas humanos, poniéndonos frente a conflictos de vinculaciones con el poder, el amor, los miedos, la soberbia, la sabiduría de quien sabe esperar, el deseo de maternidad. Cada tema se desarrolla mientras los engranajes de esta compleja maquinaria avanzan sobre terrenos de difícil convivencia, con una naturalidad que aporta el sabio desarrollo del objeto textual, esa intrincada partitura que es abordada en un tono actoral muy particular, sin naturalismo, muy alejado del orden contemporáneo.

Levy-Daniel cuenta esta historia en fragmentos intercalados, sin un orden establecido. Este intrincado sistema de yuxtaposiciones concatenadas termina dando mayor claridad al proceso narrativo y potenciando los tiempos pasados, presentes y futuros.