Bar del Centro Cultural de la Cooperación

Por: Lucho Gutiérrez

Un oasis en las calles de esta urbe, una seducción para quienes buscan la paz y el bienestar en momentos en que el mundanal ruido lo cubre todo.

Ingresar al edificio del Centro Cultural de la Cooperación tiene atractivos infinitos, el anfitrión es un gigantesco cuadro con el arte inconmensurable de Carlos Gorriarena que se muestra desde el lateral izquierdo. Los espacios están tan bien diseñados que es un placer transitarlos, cuenta con tres salas teatrales de excelente programación; una dotada biblioteca con infinidad de textos de las más variadas artes y géneros espera a los ávidos lectores en el piso superior.

Al fondo de la planta baja se encuentra un espacio destinado al bar o punto de reunión, puedo confesar que es uno de mis sitios preferidos en esta ciudad llena de posibilidades para quien quiera disfrutarla.

Quien desee ingresar a este templo de la cultura y brindarse un momento mágico, se encontrará con infinidad de atractivos. Entre sus virtudes, el bar tiene la particularidad de ser tranquilo, de ser un espacio para la lectura, para juntarse con amigos a disfrutar de un exquisito café de Establecimiento general de café o saborear un frugal almuerzo de ensaladas, tartas y sándwiches de autor, en los que se puede apreciar una especial y bondadosa presentación.

Ingresa luz natural por un  amplio segmento en el techo, gracias al diseño de los arquitectos Aquilino Guerra, Martín Möller y Jorge Vahedzian, que fueron los creadores de esta maravilla arquitectónica.

El espacio que habita el bar está compartido con la librería Antígona y el clima que produce la cercanía a la inmensa cantidad de textos que allí se presentan es algo mágico, da tentación de llevarse algunos en cada visita que se hace al lugar y si de visitas se trata, aconsejo navegar por su página web para elegir entre las propuestas teatrales que ofrece. Un lugar para adueñarse y sentirlo propio.