La intención de las palomas

Por: Yvonne Dover

Una obra de teatro no siempre consigue llevarnos a lugares tan elevados en nuestra fantasía. Aquí la magia se logra gracias a la actuación que realiza el intérprete, al adueñarse del imaginario de la platea.

Este unipersonal de corte netamente poético dialoga con la capacidad humana de mimetizarse, de pertenecer a lo que se elige. Al verla reflexionaba sobre los niños que son criados por padres adoptivos y la capacidad camaleónica de asemejarse, más allá de los gestos adquiridos, hasta en la cercanía en los rasgos fisonómicos.

Fernando Ferrer concibió un texto con muchas dificultades de llevarse a escena por el alto grado onírico que poseía su relato, es evidente que tenía claro cuál era el producto final que quería y lo que se ve es la resultante de un material que está contado en parte por lo que se dice, pero en gran parte por lo que ocurre.

Si bien el material es muy bueno, cobra una cautivante resignificación al ser encarnado por Federico Buso, quien le da un sentido final y compacto al objeto de arte logrado. A partir del encuentro relato-actor se consolida una pieza que produce encantamiento, que transporta a la platea a un universo de fábula propuesta por Buso con un dominio corporal que solo es logrado por quien siente con extremo realismo al alegórico personaje que encarna, entonces la fantasía se torna real y el mito se produce.

Propongo, además, llegar temprano a ver el espectáculo y poder disfrutar de las bondades de la barra que posee el renovado Espacio Callejón. Se han modificado algunas áreas, aportando belleza y mayor confort al espectador. La sala que ha sido emblema de nuestro teatro ha recibido un aporte tecnológico, manteniendo su tradicional estilo. Como siempre, con una exquisita programación.

 

 

 

 

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