Estación Jacarandá

Por: Lucas Petersen

Un abordaje camarístico de las tradiciones folklóricas del continente es marca de fábrica de esta joven agrupación (y, quizás, de parte de toda una generación).

Pongamos las cosas en primera persona: uno de los momentos más hermosos de este oficio de escuchar música y hablar sobre ella es cuando uno da, con alguna cuota de casualidad, con algo nuevo, desconocido y convincente desde el punto de vista artístico. Eso me ocurrió, repasando los conciertos de junio, con Estación Jacarandá, un joven ensamble de música latinoamericana que tocará este mes en el Matienzo.

Estrictamente hablando, no son tan, tan nuevos: en 2013 publicaron "A la vuelta", su primer EP, y dos años después salió el segundo, "Encuentro en vivo". Si hubiera que situarlos con algunas referencias, se los percibe emparentados con proyectos como los de Hermeto Pascoal, el dúo de Edgardo Cardozo con Juan Quintero, o gente más cercana generacionalmente como el Ensamble Chancho a Cuerda o Castañas de Cajú. Con estos últimos comparten ese aire un poco horizontal: muchos cantan y hacen coros, todos tienen al menos un momento de protagonismo musical.

Especialmente inspirados en los temas instrumentales o los pasajes instrumentales de los temas cantados (escúchense –está todo en Bandcamp– el candombe “Canción para volar”, la espesa y espacial vidala “Anestesia general” o el seudosamba “Sandó”, de su último disco), los teclados de Gastón Grinszpun aportan sorprendentes pinceladas jazzeras a muy sólidas composiciones en las que la música folklórica coquetea con timbres o estructuras más académicas. El progreso entre el primer y el segundo disco es notorio: las letras maduraron, la música ganó complejidad, sin dejar de ser exquisitamente accesible en lo melódico. Habrá que empezar a prestarles atención.

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