Rubén Rada

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El músico más carismático y emblemático del mundo del candombe se presenta en el Konex.

La primera vez que escuché a Rubén Rada tenía nueve años. Él había grabado una canción infantil que se llamaba Yo quiero. La letra, muy sencilla y muy tierna, declaraba los derechos de los niños y las niñas al son de unos tambores.

Lo que decía cantando me representaba, me hacía sentir feliz. Nunca olvidé esa sencillez, esa dulzura y ese ritmo.

Hoy puedo decir que esas tres palabras siguen definiendo la música de este gran actor de nuestra cultura popular. Lo que hace Rubén Rada es simple, sintético (de la gran complejidad que tienen los ritmos afros), hermoso y divertido. Genera una gran energía y unas ganas de bailar, de disfrutar la vida.

Es muy importante verlo ahora, en plena actividad, para que la Historia sople en nuestros oídos. ¿Y por qué? Porque en su devenir artístico se puede ver claramente el desarrollo de la música popular latinoamericana, nada menos.

Don Rubén empezó muy jovencito, integrando una comparsa de afro descendientes y de lubolos (blancos pintados), tocando y cantando. Le decían Zapatito, porque calzaba 43 a los diez años.

De las murgas uruguayas pasó a cantar en una banda, los Hot Blowers, con el seudónimo entrañable de Richie Silver. Tenía 17, y alternaba sus presentaciones con orquestas tropicales. Allí conoció a Pedro Ferreira, maestro del candombe, quien le transmitió sus saberes.

Hoy Rubén Rada es un embajador de esta música rioplatense. La fusión que le imprime a sus temas, especialmente los que derivan hacia el pop, le aseguran estadía permanente en la memoria colectiva.

Por eso, verlo en el patio del Konex es un motivo de felicidad, un evento que merece la atención porque la alegría hoy escasea un poco.

Para Rubén Rada pueden aplicarse las palabras de León Gieco en Cuánto tiempo por vivir: "Se me va la tristeza del domingo, cantando al movimiento de tu voz ".

Sus tambores, su cadencia y su presencia son espacios de celebración, banderas de nuestra identidad.

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