Danza Teatro


 Paseo La Plaza

 

Avenida Corrientes 1660, Buenos Aires, Argentina.

De lunes a domingo durante vacaciones de invierno.

15 h.


JIJOP - Una Historia Bailada

Por: Dan Dursi

Jijop es un espectáculo hipnotizante, un viaje danzado que construye, a partir de técnicas específicas de la danza y el teatro (popping, hip hop, mimo, máscara neutra, teatro de objetos).


Es la historia de un muñeco que cobra vida y escapa de su caja para explorar la vida en la ciudad. De esta manera resignifica las maneras de ser producto/productor en un sistema que no para. Aquí podemos ver cómo el capitalismo que nos seduce también nos exprime, pero Jijop logra surfear la cotidianidad de la realidad exitosamente. 

Tanto la escenografía como el paisaje sonoro componen un universo poético que se potencia explosivamente con la destreza físico/expresiva de Emiliano Larea. El escenario vacío y negro, se llena de significado con la entrada y salida de elementos escenográficos, del actor y acompañantes. Los tres cuerpos fabrican en tiempo presente el hilvanado de la historia: yendo y viniendo de lo cotidiano a lo extracotidiano. 

El actor nos hace percibir el paso del tiempo a partir de las acciones físicas que progresan rítmicamente, acciones cotidianas, cómo levantarse de la cama, lavarse los dientes, buscar en la heladera, preparar la comida, etc. Encontrando en la repetición idéntica una maestría en la precisión, lo que demuestra el virtuosismo de ese cuerpo poético. 

Los recursos artísticos utilizados vehiculizan el relato de una manera muy creativa, de un imaginario desbordante, generando imágenes cada vez más sorprendentes a medida que transcurre la obra. 

La escenografía realizada por Martín Diez, tiene la particularidad de ser realizada con objetos reciclados, con el uso de objetos extraestéticos, como el cartón, maderas, un pedazo de tela, objetos plásticos de todo tipo, cómo botellas y envases, se actualiza su uso, sustrayéndolos de su funcionalidad tradicional, y desautomatizando la mirada hacia el propio objeto permitiendo reutilizarlo y ampliar el imaginario, convirtiéndolos en otra cosa: lluvia, mar, auto, ventana o espejo. La luz(por Adrián Cintioli), los vestuarios (a cargo de Azul Borenstein) y la escenografía conviven en un paisaje surrealista, de colores diversos y texturas cautivantes.

La música, de la mano de Tomás Rodríguez, es fundamental, ya que suena durante toda la obra y complementa maravillosamente con cada ambiente, como también con los movimientos de Emiliano Larea. La maquinaria de la obra funciona porque sucede simultáneamente con los sonidos, es decir, que esos sonidos parecen salir del cuerpo del actor. Es tan exacta la sincronicidad del movimiento con la dimensión sonora que se genera la ilusión del cuerpo como productor de sonidos. También esta dramaturgia musical, nos permite imaginarnos escenarios que no se ven en la obra pero sí existen en nuestro imaginario, por ejemplo, los ruidos de la ciudad cuando Jijop escapa: vemos la ciudad porque la escuchamos.

La composición coreográfica es de una precisión y un trabajo minucioso, permitiendo prescindir completamente de la voz y las palabras, ya que lo que genera significado en esta obra son otras cuestiones, como el ritmo, el movimiento y el gesto, construyendo un propio lenguaje en este mundo fantástico en el que vive Jíjop.

 

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