Juana La Loca

Por: Rita Hostt

La épica y la intimidad se fusionan en este cuento cuyo núcleo es el alma y corazón de una mujer: Juana de Castilla.

 

Sin importar la época, el amor, el deseo, el poder y la traición nos atraviesan; pero ser transportados a Castilla del siglo XVI le aporta un gusto especial al viaje. Con una puesta precisa y cuidada, Ana Padilla orquesta un mundo seductor, que nos abre las puertas a la mente de Juana, reina de Castilla, Aragón y Navarra, también conocida como Juana La Loca.

 

María Seghini interpreta a Juana con maestría, pero también a su madre, Isabel La Católica, su nieto Felipe II y por supuesto, al causante de su supuesta locura: Felipe El Hermoso. Pasea con destreza técnica y vocal por este abanico de personajes y es visceral en su interpretación de Juana, el eje –o hereje– que lleva la obra. Su mirada convoca y nos comparte su generoso imaginario. Donde ella está, estamos nosotros. 

 

Además de los múltiples personajes, se destaca la habilidad de la actriz para viajar en el tiempo. Su cuerpo y su voz se transforman para interpretar distintas épocas y edades dentro del relato y vemos a Juana pasar de la inocencia de la juventud hasta lo que tristemente llamamos decrepitud. 

 

El espacio fue elegido con inteligencia, ya que Espacio Callejón podría tranquilamente ser un cuarto en Tordesillas, lugar del largo encierro de Juana, y una única actriz en su trono de madera bastan para contar el cuento. Una mujer entre las sombras, en penumbras, sola con los pensamientos que la atormentan. ¿Acaso es mejor mantener un amor vivo en nuestras mentes? ¿Eso nos enloquece o nos mantiene cuerdos?

 

Juana La Loca es una epopeya en miniatura, repleta de pasión y violencia. Tal vez sea por mujeres como Juana que hoy celebramos la herejía.

 

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