Cisco, Gualicho, Mart, Nelio

Por: Melissa Foss

En Buenos Aires se pueden hallar muchas zonas de arte callejero que se han desarrollado en una suerte de zona gris legal.

Cuando los artistas callejeros consiguen permiso para pintar la pared de una propiedad privada, generalmente inician una suerte de apertura, que les sirve como puntapié inicial para tener la posibilidad de volverla a pintar en el futuro.

A veces se encuentran con situaciones en donde los dueños de los muros los mandan, años después, a reciclar la superficie de las paredes que les han servido como lienzo.

Además, es evidente que este arte se contagia fácilmente y a veces el permiso dado a uno puede abrir la puerta, durante un largo tiempo, a la participación de otros.

La mera presencia de un mural elaborado, especialmente sobre una pared con espacio vacío, puede ser interpretada como una señal de la tolerancia de los dueños del lugar hacia las pintadas. Los artistas seguirán adelante entonces, según el entendimiento de que la pared está disponible a sus intervenciones creativas.

Como resultado, hay paredes y cuadras enteras que devienen en galerías al aire libre cuyas exposiciones cambian regularmente sin ninguna organización o programación intencional. Quizás no ha habido ningún permiso dado oficialmente, pero los artistas van y vienen sin problemas, pintando libremente, compartiendo y renovando periódicamente el espacio y formando parte de una colaboración espontánea y continua.

Una pared de la parte trasera del Hospital de Niños en Palermo es un buen ejemplo del fenómeno tan particular de esta ciudad. Hace años el artista Mart obtuvo permiso para pintar un mural en la pared y desde entonces ha habido una sucesión constante de obras del rango de los grafitis, propagandas políticas y murales.

Es una pared que conviene visitar regularmente: uno nunca sabe qué encontrará.

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