RECOMENDADOR DE ARTES Y ESPECTÁCULOS
Campusano estrena su décima película en doce años. Aborda la temática de las infancias y adolescencias en riesgo y de cómo estas experiencias afectan la vida adulta de las personas.
Cine bruto es la productora de José Celestino Campusano. El lema que la acompaña es se filma o se filma. Su método de trabajo se basa en el cooperativismo más puro. Sus relatos suceden en ese costado marginal que se queda afuera del cine de la clase media.
Rueda con actores no profesionales a los que sin embargo les concede cierto fuego sagrado, la convicción de que son los portadores de una historia que tiene que ser filmada.
En el caso de El azote, regresa a las tierras patagónicas, que ya había retratado en El sacrificio de Nehuén Puyelli. Cuenta la vida y la obra de Carlos (o el murciélago, como lo llaman sus pupilos), un trabajador social que se ocupa de un centro de acogida de niños y adolescentes delincuentes, peligrosos, difíciles de querer. Carlos es un adulto que se toma en serio su labor, pero debe enfrentarse con sus compañeros del centro, que prefieren dar por perdidos a esos pibes y reproducir el ambiente malsano del afuera puertas adentro de la institución.
El azote tiene dos mundos, precisamente: el de adentro y el de afuera. Afuera está la calle gris, las montañas hermosas pero lejanas, el frío sucio y áspero del Bariloche que nunca sale en las postales turísticas, el barrio de casas lindas a los que Carlos va como de visita. Adentro, en Carlos está el sombrío temor del alma; los fantasmas de una niñez mal vivida, las visiones que padece su madre inválida, la impotencia de no animarse a crecer.
Esta nueva entrega de Campusano tiene muchos aciertos formales. Muy buenas imágenes, muy buen sonido. Están en tono los niños y adolescentes, todos componiendo codo a codo con los adultos una narración pareja, apasionante, verosímil y para nada endulzada ni concesiva.
El cine bruto de Campusano ofrece un guión que llama la atención, que produce un efecto novedoso. Los diálogos tienen una formalidad que no buscan para nada el registro de la calle. No son naturalistas, pero están instalados en una estética casi documental en el tratamiento de la imagen y de los personajes. Esa sonoridad especial los despega del costumbrismo y crea un corpus muy interesante, donde cada palabra tiene su peso justo. Donde cada personaje es una suerte de profeta.
En El azote se ven caras reales, cuerpos gastados, arrasados por el clima exterior e interior. Una cruda belleza que no se refleja mucho en nuestro cine argumental.
Carlos (compuesto por Kiran Sharbis) es hermoso, con esos alerones negros que le construye la tristeza. Puede volar muy alto con esas alas de murciélago, para ayudar a los otros como un superhéroe , pero su desafío es salir de las tinieblas de su propio corazón.
Malba cine. Av. Figueroa Alcorta 3415. Tel: 4808- 6500. Viernes de julio a las 20. Estreno en Buenos Aires: 5 de julio.