Shamrock

Por: Gustavo Friedenberg

Cuando el humor viene en forma de verso 

Los inmigrantes trajeron y trazaron más de una historia con su llegada a nuestro país, y si bien las más conocidas son las de españoles e italianos, que fundaron las bases de un teatro popular a base de sainetes y la conformación del grotesco criollo, llegaron a nuestras tierras personajes de muchas otras latitudes.

De Irlanda es, por caso, el apellido Howlin, que porta la autora y productora de Shamrock, la curiosa pieza de humor dirigida por Nano Zyssholtz y que, precisamente, toma como puntapiés la llegada en barco de una joven Irlandesa y sus peripecias en la Buenos Aires de 1900. La obra cuenta con varias particularidades: está escrita en verso, juega y transgrede algunas cuestiones de temporalidad, y hace referencias a otros géneros entre los que destaca una logradísima escena construida al mejor estilo de Chaplín o Buster Keaton. Y es precisamente éste manejo de la fisicalidad que bien dominaban los reyes del cine silente, la que también ostenta y sorprende en Alejandro Gigena. Los personajes de Juliana Ascúa y Pablo Kusnetzoff, conquistan a través de estereotipos, mientras que la versátil Camila Peralta se lleva toda la atención y aplausos por su estupendo manejo del timing y de un humor que ella despliega con naturalidad y fluidez.

La puesta es simple, pero juega con algunos trucos que aportan movimiento y dinamismo al diseño espacial y escenográfico, transformando la escena constantemente frente a los ojos del espectador. También es transformador el viaje de Mary, quien poco a poco pierde el interés en su objetivo inicial cuando descubre que en verdad, lo que más le importa es su independencia, volviéndose sin dudas en una heroína del presente.

Si los Irlandeses no son la masa migratoria más pregnante en la Argentina, la historia es valiosa y camina, porque, como siempre, cuanto más honesta y singular, más capacidad tiene, por todos de hablar.