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Comedia dramática

El diario del Peludo

Por: Atilio Tustali

Ficción en un contexto histórico que despierta inquietantes reflexiones acerca de nuestra identidad y las relaciones del pueblo con el poder.

Este es un año a puro Gonzalo Demaría. El dramaturgo, novelista, ensayista, compositor y director teatral tiene tres obras escritas por él en cartelera: La maestra serial, Conurbano I y El diario del Peludo. Si bien las tres abordan tópicos distintos –una señorita furiosa vengando la decadencia educativa de su alumnado, un antipapa de vodevil que anuncia el fin de los tiempos y un hombre que le hace el verso a un presidente-, en todos sus textos sobrevuela las misma premisa: componer un teatro verdadero.

En el caso de El diario del Peludo nos encontramos ante una leyenda urbana: decían que al presidente Yrigoyen le leían un diario fraguado, plagado de buenas noticias falsas. Los medios de entonces opinaban que estaba senil y decadente, y que ya no podía gobernar a su pueblo.

La obra se inserta en ese filoso espacio entre realidad y ficción. Ofrece la historia del Lector de ese diario y la de un Canillita. Los dos se encuentran en el despacho del primero, que es un hombre de letras muy cercano al poder y muy alejado de la calle, en donde el muchachito se mueve como un pez en el agua. Pero esas aguas son turbulentas: el río suena y amenaza con tragarse todo lo que hasta entonces funcionaba como convención social: la democracia, el voto popular, las buenas intenciones. Sólo el Lector parece no oírlo, y le trasmite esa sordera al presidente.

En la dramaturgia hay un llamado de atención hacia nuestra cíclica propensión al desastre. Se percibe claramente ese desolado sinfín –que también se refleja en la puesta, a cargo del mismo Demaría- que nos parte en dos y nos hace repetir una y otra vez los mismos errores, los mismos accidentes, la misma mansedumbre, la misma mentira. Gonzalo narra con éxito cómo se nos sale la cadena y perdemos los pedales roussonianos del pacto entre el pueblo y sus gobernadores.

Fito Yanelli compone al Lector con una gran presencia en el escenario y Victorio D' Alessandro sorprende con su Canillita. La iluminación, siempre sugerente, es de Gonzalo Córdova y el vestuario, de Sofía Di Nunzio.

El estilo de Demaría es único. Sus obras van a quedar como clásicos del teatro nacional, porque contienen una reflexión lúcida y actual acerca de nuestros sucesos argentinos. Contadas con un humor feroz, sin piedad, sin cloroformo, divierten, entretienen y educan.

 

 

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