La mosca blanca

Por: Atilio Tustali

Varias cualidades designan a este espectáculo como uno de los más recomendables de esta maravillosa ciudad.

Recorrer los espacios por donde se produce nuestra cultura es un obsequio divino. La inmensa producción y el nivel de experimentación, unido a la calidad, es algo superlativo.

En esta caja negra del barrio de Palermo se exhibe el resultado de una conjunción de componentes donde prima el talento. Por un lado la pluma de una de nuestras mentes más sobresalientes. Este texto del filósofo, político y hombre de nuestras artes Eduardo Rovner es la columna vertebral del espectáculo, otra muestra del argentinismo en sus obras, plagadas de ironía, sátira y contraste entre la ternura y el horror.

Gabriel Fiorito, un rosarino dueño de un definido estilo de dirección, pone de pie este texto de rasgos puramente filosóficos con autoría de quien fuera su maestro y con la experiencia de haber realizado con gran éxito obras de Rovner como Miserables, Cuarteto, Viejas ilusiones y Rovner x3 (un montaje compuesto por obras breves como: Concierto de aniversario, ¿Una foto…?, y Viejas ilusiones).

En escena: Blas, un despojado carpintero, compuesto por Gabriel Wolf, y Funes, un transeúnte suicida, compuesto por Luis Campos. Ambos son acompañados por la diosa Dafne, interpretada por Rocío Ambrosoni.

Los dos personajes, magistralmente compuestos, se han retirado del sistema, ninguno le encuentra sentido a la existencia, cada uno con un punto de vista en oposición al otro abren debate en medio de exposiciones tan disparatadas como absurdas, que a la vuelta de la esquina son tan lógicas como las conclusiones a las que acostumbramos abordar con este autor.

Esta divertida entrega es un maravilloso engranaje que marcha a un ritmo vertiginoso, bombardeando a la platea con poéticas imágenes, interesantes pensamientos y mucho talento en escena, haciendo que el espectador se quiera ir con Blas y Funes para seguir charlando y abriendo los ojos.