Trampa para fantasmas

Por: Gustavo Friedenberg

De los fundadores del legendario Grupo Krapp, la nueva producción de Luis Biasotto y Luciana Acuña es fiel a un estilo que seducirá a quienes no los conocen, sin decepcionar a los seguidores de siempre.

Vale la pena aclararlo de entrada: esta vez el espectador no encontrará a los creadores en escena y precisamente esta obra, presenta una paradoja acerca de lo visible y lo invisible. Por otra parte, no es su presencia la que determina el sello de autor, sino más bien, algunas cuestiones estructurales de la composición, por las que se podría reconocer su firma en cualquier escenario: sus obras siempre incluyen desafío físico, algún tipo de transformación, y el uso de accesorios que se integran para reconfigurar esos cuerpos en nuevas formas. El humor es inherente a su dramaturgia, pudiendo resultar un poco forzado al principio, pero respondiendo a una apuesta decidida por introducirse de lleno en el universo propuesto. Por lo demás, la dupla creativa tiene por costumbre mostrar el artificio en sus obras y la capacidad de construir imágenes tan simples como bellas, sobre esa ficción expuesta.

Parte de la trampa consistirá en dilucidar la identidad de los fantasmas: si se trata del grupo de intérpretes que se mueve vertiginosamente, poniéndole el cuerpo a un bombardeo, tanto como a un banal paseo arriba y abajo de una escalera mecánica; de unos humanoides, que recuerdan en mucho a los mitológicos Ents de El señor de los anillos, o bien, claro está, del propio espectador enfrentado a sí mismo, inmóvil en su butaca, esperando en silencio, mientras se vuelve invisible.

La pieza deja en claro que la realidad no merece demasiada confianza, pues es vulnerable a miles de artilugios que confunden nuestros sentidos. Frente a esto, la única respuesta certera y valiosa ha sido el arte, otro tipo de engaño, con el que esta sociedad siempre estará en deuda.