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Estreno internacional

Tinker Bell y la Bestia de Nunca Jamás.

Por: Sebastián Tabany

En su sexta incursión a la pantalla grande la ex Campanita, se reserva un segundo plano para contar una historia sorprendentemente emotiva.

De todo el vasto e inconmensurable mundo de los personajes de Disney, Tinker Bell, antes llamada Campanita, fue siempre un personaje menor. Originariamente el hada de Peter Pan, esta rubia de vestido verde fue siempre desarrollada para los niños pequeños en varios largometrajes que pertenecen a una segunda o tercer línea de importancia en el monstruo que es la empresa. Al hada nunca le dieron un papel preponderante en los personajes principales pero desde que John Lasseter, el creador de Toy Story, tomó las riendas de todos los largometrajes de animación de Disney, el universo ha ido mutando hacia una profesionalización y una “pixarización”, si se puede llamar así. Lasseter, como fundador de Pixar, siempre ha pregonado dos conceptos estructurales en sus proyectos: la historia y las relaciones entre personajes. El hombre es uno de los pocos artistas actuales de Hollywood cuya influencia es sumamente emocional. Sus historias son básicamente historias de amor (fraternales, entre amigos, parejas, paternales) donde no hay un ápice de cinismo. Lasseter es un romántico de la vieja escuela en un mundo ácido y corrosivo.

Tinker Bell y la Bestia de Nunca Jamás no fue escrita por Lasseter. De hecho son cinco los guionistas acreditados, el director Steve Loter junto a Tom Rogers, Robert Schooley, Mark McCorkle y Kate Kondell, algo que es excesivo para setenta y seis minutos, dando una sensación a priori de un comité. Pero aún así, se nota la mano de Lasseter en toda la película. La historia la deja a Tinker Bell de lado, llevando el protagonismo a Fawn, el hada de los animales, que encuentra en el bosque a un criatura peluda – muy similar a los Critters, el semi clásico de terror de los ochenta – llamada la Bestia de Nunca Jamás. Cuenta la leyenda que cada mil años aparecerá un monstruo que terminará con las hadas y se instala la duda de si la nueva mascota peluda y cariñosa significa el apocalipsis para la comunidad o no.

Hay rastros de Mi vecino Totoro de Haya Miyazaki en la relación entre Fawn y el monstruo pero el núcleo emocional, más allá de los prejuicios frente a lo desconocido, es la dinámica entre Fawn y la Bestia. La leyenda dice que aparece una semana cada mil años y en el interin hiberna. La pérdida de una mascota es para muchos chicos el primer contacto con la muerte y la concientización de que el ser humano no es eterno y sí finito. La película, despojándola de toda la maquinaria Disney, toca ese tema con mucha gracia, sutileza y emoción. Es gracias al apoyo de John Lasseter y la idea original de Steve Loter que Tinker Bell se transforma en una sorpresa extremadamente agradable y recomendada no solo para chicos, sino para cualquier adulto que quiera conectarse emocionalmente con su niño interior.

 

 

 

 

Estreno en Buenos Aires:  12 de febrero.