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Notable

Margot

Por: Silvina Thompson

Clásico y hermoso, refugio de poetas, locos y enamorados. Emblema del barrio de tango, sigue soñando con el regreso del último organito. 

Para los turistas hay otros espacios, más vistosos, quizás más confortables. Pero para los vecinos de Boedo siempre está abierto el Margot, con su cara sucia y sus mesas marcadas.

Querido Margot, con su templada oscuridad, sus mozos serios pero siempre amables. No hay nada más parecido al cielo que estar bajo la sombra de sus toldos, sobre la cortada de San Ignacio, mirando pasar la vida en esas tardes de verano.

Es mi bar favorito sobre la tierra. Se puede leer en paz -tiene un servicio de biblioteca-, se puede escribir, a mano o en computadora -tiene enchufes para conectarse- se pueden pedir los espectaculares tragos de Cynar con jugo de naranja que acompañan con una bandejita de madera llena de maníes y palitos salados…

Es ideal para pasar horas charlando con amigos. Y siempre lo frecuentan gentes interesantes, que según los momentos del día, unen las mesas para debatir sobre política, pintura, historia o lo que guste, porque el barrio tiene especialistas para todo.

El mostrador, del tiempo de ñaupa, esconde un saloncito detrás, solo para entendidos. Y mantienen exposiciones de fotografía y de plástica, que van rotando todos los meses.

Para comer, recomendamos los sándwiches de pavita, que a esta altura son legendarios. Se pueden combinar en más de treinta especialidades. Nuestra preferida es la que viene en escabeche, en pan árabe, con queso, tomate y fetas de jamón crudo. Se acompaña bien con una cerveza artesanal roja, rubia o negra.

Si se toma un cortadito y se está tentado con algo dulce, se puede pedir un brownie con copete de crema fresca. Una delicia.

Pero más que la carta y los aperitivos importa el ambiente. ese solaz que se encuentra en el Margot y no se puede conseguir en ningún otro bar de Buenos Aires. Haga la prueba y después me cuenta.

Margot

Boedo y San Ignacio.