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Se estrena el primer largo de Florencia Percia, que habla de la libertad de elección.
Ante todo, Cetáceos es una comedia. Descoloca bastante, y quizás en eso resida su originalidad. Tiene un logrado trabajo de guión y unas actuaciones naturalistas y acertadas.
Cuenta la vida de Clara, una profesora de la facultad que se muda con su novio a una casa nueva. La película empieza con ella y Alejandro (su media naranja también del mundo académico) acomodando cajas y muebles.
Alejandro tiene que irse a Italia al día siguiente. Ella se queda sola, desacomodada y extrañada entre tanto bulto.
A partir de allí comienzan a pasarle cosas azarosas. Clara las va aceptando y así se arma una divertida ruta que la lleva a su propio conocimiento.
Los protagónicos están a cargo de Elisa Carricajo y Rafael Spregelburg. Los dos se lucen. Ella, desde el silencio, las miradas y las sonrisas, construye a esta enigmática profesora que está un poco harta de sus certezas.
Él es el enamorado que trata de conducir a la pareja, aún a pesar de su propia consorte.
El resto del elenco lo componen Susana Pampín, Esteban Bigliardi (que interpreta a un simpático biólogo marino), Carla Crespo, Gabriela Ferrero, Claudia Cantero
Abian Vainstein, Horacio Marassi, Andrea Strenitz, Pablo Seijo, Pablo Dacal, Valeria Correa, Laura Paredes y Evan Leed.
El guión, de la propia Florencia Percia, está muy logrado y tiene un elemento interesante. Trata de construir a un personaje bastante mentiroso y huidizo, cosa muy difícil de lograr y muy poco investigada en nuestro cine.
En Titanic, una línea de Rose aseguraba que el corazón de la mujer es un océano de secretos. En Cetáceos esa idea está presente todo el tiempo. Los caminos de la felicidad son esquivos y misteriosos. Hay que saber descifrarlos, como si fueran versos cantados en un idioma que desconocemos, pero que podemos intuir, seguirles el ritmo. Como el canto de una ballena. O de una sirena.
Estreno en Buenos Aires: 15 de marzo.