El silencio es un cuerpo que cae

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Identidad sexual, militancia y paternidad en una película inusual y conmovedora.

Agustina Comedi, la directora de este largo, nació en Córdoba a mediados de los 80. Sus padres tenían un buen pasar y por eso viajaron por todo el mundo y le dieron todos los gustos. Jaime, su papá, filmó gran parte de su infancia con una Panasonic que no dejaba de usar nunca. Filmó hasta unos minutos antes de morir, literalmente.

De adulta, buscando esos registros, Agustina encontró otras filmaciones, momentos de una vida anterior a la suya. Un padre que desconocía.

El silencio es un cuerpo que cae busca reconstruir la figura de un ser amado intentando conocerlo desde una perspectiva sexual, política y social. Explora la persecución que sufrió el colectivo LGTB cuando todavía no se llamaba así ni se reconocía plenamente como colectivo. Cuando era golpeado en las comisarías de la dictadura, cuando buscaba un refugio donde formarse. Descubre el mundo gay cordobés de las épocas del SIDA, se asoma a un universo colorido, totalmente ajeno a la vida de clase media en donde el padre que filma es un mero espectador que nunca aparece en cuadro.

Había otro Jaime. Uno que posaba para las fotos. Que vivía, que amaba de otra manera.

“Hace varios años, cuando en Argentina se sancionó la ley de Matrimonio Igualitario, una activista dijo que ese enorme triunfo no era solo nuestro, porque nosotrxs caminamos sobre huellas” dice Agustina. “Todas las personas que forman parte de mi película y de mi historia, dejaron una huella. Juntxs construimos un gran tejido de militancia afectiva que espero, después de ver El silencio es un cuerpo que cae, siga imprimiendo más huellas por las cuales seguir caminando."

Este pequeño documento es enorme. Cuenta una historia de nuestro país, una forma de narrarlo que busca desandar tantos años de olvido y de ocultamiento. Recomendada.