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Histórico

Café Tortoni

Por: Titina Thomas

Refugio fiel / de la amistad junto al pocillo de café / En este sótano de hoy, la magia sigue igual / y un duende nos recibe en el umbral.

Héctor Negro

Lo cantan los poetas, lo visitan los amigos. El viejo Café Tortoni es un emblema de nuestra porteñidad. Hijo de inmigrantes, nació cuando un francés apellidado Touan lo inauguró en 1858. El país venía de una convulsionada época de guerras civiles, pero luego de instalada la Constitución, Buenos Aires buscaba parecerse, de manera incipiente, a las grandes capitales europeas. Touan obtuvo el permiso de abrir su local y lo bautizó con el mismo nombre de un café parisino que había en el Boulevard des Italiens.

Rozando el fin del siglo XIX, el bar fue vendido. Lo compró otro francés, Celestino Curutchet, que al parecer era un auténtico personaje: flaco, enérgico, de frases certeras, organizaba el funcionamiento del Tortoni sin descuidar el mínimo detalle y sin sacarse el sombrerito de seda negra que, al mejor estilo árabe, llevaba sobre su cabeza. Fue don Celestino el que les dio permiso a los artistas de aquel entonces para que ocuparan la bodega del local.

Pintores de la talla de Benito Quinquela Martín se reunían en trasnochadas tertulias mientras hablaban de las últimas tendencias artísticas. Pronto se sumaron periodistas, escritores, vanguardistas, y formaron la Agrupación de Gente de Artes y Letras.

Parte de la decoración de ese sótano permanece todavía. Hoy se lo puede visitar para jugarse una partida de billar o para tomarse un pocillo de buen café.

El clima del Tortoni es inmutable, parece que se detuvo en el tiempo. A los shows de tango y a las presentaciones culturales, que son también disfrutadas por los turistas, se une un hálito porteño, inefable,  que flota en el ambiente. Es un lugar ideal para regalarse parte de una tarde tomando café y departiendo con gente interesante.

Hay especialidades para todos los gustos: cafecitos de variados formatos, té en hebras o saborizado, servido en humeantes teteras, tortas deliciosas. Pero lo imbatible es el chocolate caliente con churros. Una tarde lluviosa en avenida de Mayo no está completa sin los churros del Tortoni.

Para los días más calurosos, recomendamos la sidra tirada. La sirven en jarros, como si fuera cerveza, y es riquísima. Sobre todo acompañada de una buena picada, otra de las especialidades del la casa.

Los mozos son sabios, pero conviene ir con el espíritu bien templado, porque se toman un largo rato para atender. Sin embargo, ya aclaré que el tiempo aquí está detenido. Vale la pena esperar sumergidos en la atmósfera de su salón principal, con sus cortinados, sus mesitas de mármol y roble y su lujo inalterable.

Afuera está la ciudad furiosa. Adentro, lo mejor de antaño: los amigos, el arte, el café.

 

 

Avenida de Mayo 825. Tel: 4342-4328. Pago solo en efectivo.